martes, 13 de marzo de 2007

Lecciones del Transantiago - I

Este artículo originalmente era una justificación sobre por qué NO he querido opinar sobre el proyecto Transantiago. Pero la vida es dinámica y tenemos derecho a cambiar.

El Lunes 12 de Marzo participé en el Colegio de Ingenieros en una interesante exposición y debate sobre este proyecto, convocado por la Comisión Transporte del Colegio. Como asistente, tuve la oportunidad de documentarme en detalle sobre los antecedentes, la génesis y la evolución de la idea original, junto con una recopilación de cifras y datos duros, necesarios para un análisis serio y profesional. Además, se abrió un interesante intercambio de opiniones, que me dio algunas ideas necesarias para escribir este artículo.

"Lecciones del Transantiago" constará de dos partes:

  • Este artículo, donde declaro algunos criterios que utilizaré en el análisis y una justificación con algunos elementos básicos de diseño de ingeniería (en todo caso muy simples), de por qué la estrategia actualmente seguida por el Gobierno es la única vía (en mi opinión) para resolver un proyecto que indudablemente consta de importantes deficiencias, pero que al estar en curso, ya no tiene vuelta atrás.
  • El segundo artículo es mi opinión como ingeniero y como chileno, donde desde una visión como "e-arquitecto" (ver el encabezado de este blog), identifico el conjunto de factores que en el futuro deberían ser contemplados o reforzados en el diseño para proyectos tan complejos como éste, donde la lección hasta el momento ha sido dura, muy dura.
Criterios generales

Evitaré caer en la "opinología", ya que (además de ser una horrorosa aberración del español) es un estilo de opinión brutal, caracterizado por la crítica dañina y sin fundamentos, con la cual la farándula chilena ha contaminado nuestra sociedad.

Lanzar críticas al voleo en forma irresponsable y sin el mínimo de competencias y antecedentes sobre un tema, es una forma de operar que está afectando nuestra sociedad, y que quienes convivimos en el día a día con temas tecnológicos y de ingeniería, constatamos con creciente preocupación. Por lo tanto, este artículo lo escribo como Ingeniero y como arquitecto de soluciones a problemáticas de negocios, no como un "opinólogo" que lanza críticas irresponsables desde la orilla del camino.

Tengo un profundo respeto por las diversas profesiones u oficios, pero debo reconocer que me ha superado en el último tiempo escuchar por televisión a críticos de espectáculo y personas con formación humanista, discutir con "fundamento" sobre conceptos como frecuencia y analizar parámetros de diseño de flujos en grafos dirigidos.

La misma sensación me queda al escuchar comentarios de "político-ingeniería" (término que acabo de inventar), motivado al escuchar permanentemente que "razones políticas" (oscura ciencia que nunca he entendido el por qué no puede ser explicada a nosotros, simples mortales), son capaces de modificar el funcionamiento natural del mundo y la base de conocimiento acumulado por la humanidad, reflejada en algunos principios y leyes físicas y matemáticas universalmente aceptadas, pero que por obra y gracia del discurso político, podemos modificar a nuestro arbitrio. Deberían aprender la historia del Rey que para demostrar su poder absoluto sobre el mundo y la naturaleza, decretó que el Sol siempre debía aparecer todas las mañanas y esconderse por las noches. Decreto y cúmplase. :-)

Tampoco voy a opinar sobre "lo que debió haberse hecho", ya que es un discurso oportunista y que hemos escuchado centenares de veces en los medios estos días. Indudablemente, todos podemos ser generales después de la batalla, pero es muy distinto tener que liderar un proyecto de esta envergadura, en cualquiera de sus niveles. Cualquier curso básico de estrategia y táctica no analiza los "errores" de decisión y cursos de acción tomados por los responsables en ciertos momentos críticos. El análisis ex-post genera situaciones y posibles escenarios, interpreta los resultados de las decisiones tomadas y posibles cursos de acción, y el valor fundamental está en entregar herramientas para poder enfrentar de mejor forma las futuras decisiones.


Primera declaración fundamental

Transantiago debe y va a funcionar, por una razón muy simple: No hay oportunidad de volver atrás.

Desde un punto de vista macro, el costo en términos de imagen país, costos económicos, organización social, modificación a los modelos de operación y principalmente, la calidad de vida y estado de ánimo de nuestros ciudadanos, exige que este proyecto deba funcionar.

Destaco que no considero el "costo político" como variable relevante. En mi opinión, Transantiago significará importantes modificaciones al escenario de la lucha del poder de los próximos 3 años, pero lo considero menor frente a los intereses país que hay en juego. En cualquier caso, la "pasada de factura" política será importante y ya podemos observar cómo Transantiago es un "arma de destrucción masiva" en la lucha política, enarbolada por uno y otro bando.

Pero incluso así, si tomáramos la decisión país de "asumir la pérdida" y quisiéramos hacer un "rollback", desde un punto de vista operacional e ingenieril, estamos en un proceso sin retorno. La modificación y redistribución del parque de buses y flotas, la reasignación de roles, la organización administrativa, el marco jurídico, legal y contractual, la desaparición de antiguos actores del viejo sistema, los flujos monetarios y financieros a nivel macro y micro, la modificación urbana y los nuevos hábitos que forzadamente nuestra población ha debido sufrir, hacen que aunque lo queramos, aunque lo declaremos, aunque sea la única vía de opción posible, nos encontramos en un "punto de no retorno".

Por lo tanto, hay que seguir adelante, hacer caso omiso de los que "claman por volver al pasado", asumir los costos y mejorar de menos a más, sobre la base de optimizar máximos locales, aún cuando no aseguremos el máximo u óptimo global (que debemos aceptar de una vez por todas: ya no se alcanzó).

Tal vez motivados por la presión social creciente y sin mucha intuición, se está aplicando una estrategia de diseño de ingeniería llamada "Bottom Up" (porque irremediablemente ya pasó la oportunidad de un diseño e implementación "Top Down").

La estrategia Bottom Up significa asumir un cierto nivel de pérdida, que no se asegura la eficiencia y efectividad óptimas del sistema en su conjunto, pero tampoco es tan terrible. No es la primera ni la última vez que problemas complejos se enfrentan mediante esta aproximación.

Quienes no sean familiares con estrategias de diseño, es sumamente simple de entender: "Top Down" es partir por la cima de la pirámide y descomponer un gran problema en problemas menores a resolver, que en conjunto resuelven el mayor, y así sucesivamente. Comenzamos a "bajar" en la pirámide hasta resolver los problemas específicos, con un diseño muy planificado y cuidadoso, donde los objetivos globales se descomponen en objetivos específicos cada vez más detallados, llegando hasta las unidades básicas, asegurando el óptimo en cada "piso" de la pirámide. Nada queda fuera, todo funciona en forma óptima.



"Bottom Up" significa atacar problemas específicos, teniendo una vaga idea del resultado final (costo que hay que asumir), y teniendo claros los objetivos globales que deben ser alcanzados por la totalidad, ajustar que los objetivos específicos que defino para problemas menores identificados, estén lo más alineados y ayuden a conseguir el objetivo mayor. Pero hay que asumir que no siempre tener lo "óptimo" en forma local será lo mejor para el sistema global, porque máximos locales pueden generar ineficiencias muy grandes en el total. Por ejemplo, si en una empresa un área mejora en un 300% los sueldos de su personal, esa unidad rebosará de felicidad, pero generará una gran inestabilidad y problemas internos en el global de la empresa. Poner super alimentadores de 500 pasajeros y que pasen cada 2 minutos, terminarán por colapsar las estaciones de intercambio por un simple problema físico: dónde poner la gente que baja de los buses. Pero en fin ... es lo que hay. Es lo mejor que se puede hacer con pocos datos y sobre la marcha.

No tengo duda de que Transantiago terminará operando, tal vez lejos del óptimo, no en los plazos que esperábamos, asumiendo una cuota importante de "infelicidad" (que debemos a toda costa disminuir y controlar, no sólo por ética y responsabilidad social, sino porque el riesgo de un estallido social existe y es muy real) y tampoco cumpliremos el 100% de las expectativas originales. Por eso, echarle más leña a la hoguera con la crítica destemplada no sirve de nada.

Por ello, ni siquiera he tocado los temas tecnológicos. Eso es harina de otro costal, pero es un problema menor frente a otros problemas mayores.

Tampoco tengo recetas mágicas, pero mi opinión profesional es que la opción en la cual ya estamos embarcados, es la única vía posible.

Es tiempo entonces de dejar a la infraestructura instalada (operacional, administrativa y financiera) se coordine con la inercia social (entendida como las dinámicas de sociedad organizada, algunas preexistentes como las Municipalidades y/o las Juntas de Vecinos, y otras generadas en forma espontánea sobre estructuras "ad-hocráticas", como vecinos de un entorno que se juntan en una esquina a reclamar con mucha razón porque ahora caminan 20 cuadras), y comiencen a colaborar para generar los óptimos locales. Un ejemplo son los grupos de vecinos que han propuesto la colocación de paraderos específicos, o reuniones entre organizaciones sociales que ahora están "negociando" la "propuesta de malla local" o "capilaridad del transporte" en sus barrios, para proponerlas al Gobierno como una solución "más consensuada" y "no impuesta".

Este modelo requiere un fino diseño e identificación de las "cuotas de poder local" por parte del Gobierno, ya que incluso en el caso de aquellas Municipalidades que originalmente no informaron adecuadamente de las rutas locales (para hacerle "zancadillas al proyecto" con una pésima dosis de visión política), el Gobierno deberá evaluar si trabajará con ellas o con las juntas de vecinos, para identificar y generar soluciones a los problemas específicos de su sector. Esto traerá costos, para uno u otro lado, tema que el Gobierno (lo quiera o no) tendrá que asumir y controlar.

Lo ideal para el Gobierno sería trabajar con todos los agentes locales en su conjunto, pero dependerá de un caso a caso y (al fin les encontramos una utilidad real) políticos con experiencia y poder de negociación que ayuden a la obtención de los consensos. Pero insisto, por favor ... que no definan la frecuencia. Dejen eso a los ingenieros.

La estrategia Bottom Up no permitirá resolver la problemática global, pero sí ayudará a generar y enfrentar un estado de ánimo generalizado, fundamental para que un proyecto como éste se haga parte de la ciudadanía: Nos generaron un problema, este problema me afecta, ahora tengo la oportunidad de opinar y ayudar a resolver parte de este problema. Tengo dos opciones: seguir viviendo en mi problema o ayudar a resolver mi problema. Después me preocuparé de arreglar cuentas con el que me generó el problema. Por ahora, mi foco es resolver mi problema.

Obviamente, esta estrategia significará asumir costos y pérdidas importantes para el Gobierno, no contempladas en la planificación original. Punto. No asumirlo es ponerse una venda en los ojos. La única estrategia posible y viable de los decisores será generar y asegurar las condiciones para que esa dinámica de actores locales y específicos, ayuden a "aceitar" los engranajes de la maquinaria. El costo alternativo puede ser muy alto.

Es cierto que con este modelo terminaremos con un "tanque funcionando a pedales", pero eso es mejor que nada. En el camino buscaremos una mejor alternativa, pero por el momento, alguien tendrá que pagar y asumir el costo, y deberán generarse vías de escape a la presión social que se sigue acumulando, y que por otro lado, desde un punto de vista de ingeniería, no es tan mala solución, aunque algunos porfiadamente nieguen y opinen lo contrario.

Así que con esto concluyo con el único "granito de arena" que puedo aportar para el Transantiago en esta etapa.

Apretar los dientes, soltar dinero y resolver problemas locales, mientras en paralelo, se debe pensar una solución definitiva, mayor, real, con "Ingeniería".

En el próximo artículo, comentaré las lecciones importantes que debemos aprender de Transantiago, especialmente para otros desafíos futuros que deberemos enfrentar como país.


Gracias a mi amiga Isa, quien me dio el impulso inicial para escribir este artículo. ;-)
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