Hace unos meses, después de volver de un viaje, recibí una brutal noticia: "Marco, se nos fue Juanito. Se nos fue la semana pasada".
No lo quería creer, por lo inesperado de la noticia. Juan González, un viejo y querido amigo, además de mi masajista personal, nos dejaba.
Un maldito e inesperado ataque fulminante, a los 71 años.
Cumplo con este post, una deuda de amistad.
Mi afición al vapor
Desde hace más o menos 15 años, hay un pequeño regalo personal que me doy semanal o quincenalmente. Soy aficionado a los "baños de vapor" y específicamente, a los "baños turcos".
Para mí, el baño turco no es sólo mi centro de sanación y cuidado del cuerpo.
Dado que vivo hiperconectado, es también mi momento de desconexión semanal con el mundo. Un mínimo de 3 horas donde puedo descansar, pensar y reflexionar, sin distractores digitales. Mi personal "Jaula de Faraday": sin correo, sin teléfono, sin redes. Mi momento semanal de paz.
Las formas de los "baños de vapor"
En este tema de los "baños de vapor" hay diversas variantes, por lo cual voy a hacer algunas distinciones básicas.
La forma más conocida es el sauna, que típicamente es una sala no muy grande, recubierta de madera y con algunos escaños, a una muy alta temperatura (típicamente entre 85°C y 100°C), con baja humedad (en el entorno del 20% a 40%).
Algunos pocos afortunados pueden tener un sauna en casa, pero generalmente se puede encontrar en clubes deportivos, buenos hoteles y centros de recreación. Muchos edificios habitacionales modernos, lo incluyen como parte de los servicios compartidos. Quienes puedan tener acceso a uno, se los recomiendo.
Por lo general, el sauna es una experiencia que de por sí es más "solitaria" y "personal" (aún cuando en los países escandinavos, es una actividad colectiva, parte integral de sus hábitos familiares y culturales).
Otra variante son centros más integrales y que combinan muchos servicios, los llamados SPA, en general bastante caros y algunos muy exclusivos. El SPA combina diversas técnicas (siendo algunas de ellas las salas de vapor y/o sauna), junto con espacios de relajación, hidromasajes, diversas piscinas, gimnasios y otros servicios de belleza y salud. En mi caso, es muy alto el presupuesto para ser un hábito semanal y demasiados servicios para lo que realmente voy a aprovechar.
El "baño turco" en cambio, es un espacio colectivo, bastante más accequible desde un punto de vista económico, y que combina diversas salas (una de ellas un sauna), a diversas temperaturas y humedades, entre las cuales te puedes mover libremente, de acuerdo al ritmo, gusto, experiencia y preferencias personales. Y también se prestan algunos servicios adicionales opcionales, como masajista, peluquero, pedicuro, etc. Además, quienes asistimos regularmente tenemos nuestros hábitos, por lo cual terminas conociendo a algunos "habitués", siendo en ese espacio todos iguales, sin diferencias.
No deja de ser interesante escuchar las mismas discusiones por los mismos temas, que a veces se alargan por meses e incluso años, mientras el vapor y el calor te permita mantener algún mínimo de coherencia mental. :-)
Como parte de mi ritual semanal de desconexión y sanación en el "baño turco", incluyo un masaje de descontracturación y relajación. Aquí entra Juanito y su historia.
Juanito y sus historias
Durante 14 años, mi masajista personal fue Juanito, quien se preocupaba no solo de mi cuerpo, sino también de "mi salud mental". Los mismos chistes, las mismas preguntas, las mismas viejas historias de un hombre simple, cordial, "preocupado de sus clientes", como decía entre risas.
Hace más de un año le había comentado que sacando algunas cuentas rápidas, él me había hecho más de 200 masajes. Es una cifra que impresiona. "Mish, mire usted. Y serán doscientos más, pues Marquito. Para eso estamos".
"¿Qué le pasó esta semana, Marquito?" me preguntaba, cuando me encontraba un par de nudos en la espalda, producto de algún nuevo stress. "Aquí lo arreglamos, Marquito". Y efectivamente, me dejaba como nuevo. El viejo sabía mucho de su oficio.
Conozco de memoria a su familia. Compartí su dolor cuando su mujer murió hace algunos años. Sentía la satisfacción con la que me hablaba de sus hijos. Y conocí ese brillo especial en sus ojos, cuando me contaba con cariño y mucho orgullo la historia y los avances de su nieta preferida, quien está terminando su carrera de Medicina.
Con Juanito nunca hablé de redes, de Internet, de modelos de negocios, de política. Juanito siempre me decía que él era de otra época.
Juanito era un hombre simple pero profundo, que hablaba de la vida, de la amistad, del fútbol, de mujeres, de un café compartido, de sus historias en la década del 60, cuando vendía camisas y trajes a los economatos de los sindicatos, cobrando en la quincena y el fin de mes.
Hablaba de esperanza, de amor. Juanito era un hombre feliz y transmitía esa felicidad.
Juanito fue un apoyo importante en la crisis que viví hace un par de años cuando me arrebataron el sueño de Biokey. Juanito no sólo me ayudó a sacar muchos nudos en mi espalda. Compartió las penas, muchas veces en silencio y en otros momentos con sus historias. Juanito también me ayudó a través de sus masajes y sus historias, a sacar malos sentimientos y a sanar el espíritu. Cúanto valor en Juanito.
Así que Juan González, viejo amigo, descansa en paz. Algún día nos volveremos a encontrar y volveré a reír con los mismos chistes que me contaste decenas de veces. Por lo pronto, muchos harán fila en tu nube, para que también los cuides y los sanes.
Hace algunos días volví a escuchar esa hermosa canción de Eduardo Peralta, sobre un hombre simple y austero, que vale más que Presidentes, Ministros y Cardenales: Juan González. Después de escuchar esa canción, no podía dejar de escribir y saldar esta deuda.
Un homenaje a la vida de Juanito: "Cuánto vales, Juan González".
Disfrútenla.
Stay Tuned!
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