Mi conversación con Edy
La noche del jueves pasado tuve una muy buena y grata conversación con Edy.
Ese día volví a casa tarde, después de una larga reunión con uno de mis equipos de trabajo.
Cansado y hambriento, pasé a comer a uno de los lugares preferidos por mi familia: la Pizzería Roma, en Larraín, dos cuadras más arriba de Plaza Egaña.
Bajé de mi auto con un libro, del cual hace días no podía iniciar su lectura. Y me senté dispuesto a esperar el tiempo de rigor que requiere una pizza bien preparada, con mi libro y una buena cerveza.
Después de un rato, ya había despachado la mitad de una pizza gloriosa e iniciado la segunda cerveza. Y se me acercó amablemente un hombre joven, preguntando si estaba todo bien. "Gracias, todo muy bien", le dije. Me preguntó si por el momento requería algo más, a lo cual decliné y agradecí.
Cuando volvió mi habitual camarera a retirar los platos, me comentó que quien se había acercado a conversar era el dueño. Y me volvió a preguntar si la pizza había quedado bien (sabiendo a priori que la respuesta sería una gran sonrisa).
Me comentó que Edy (el dueño) había preparado mi pizza. El maestro pizzero estaba de vacaciones y por estos días, Edy lo reemplazaba.
Sí, adivinan bien: Edy es quien se había acercado a preguntar si estaba conforme con su trabajo. Y también noté sus ganas de conversar con un viejo cliente.
Picado en mi curiosidad, pedí un café, encendí un cigarrillo y terminamos el jueves por la noche conversando largamente con Edy.
Compartimos nuestras historias de emprendedores, nuestros fracasos y nuestras alegrías. No seré infidente con sus historias personales y agradezco especialmente su afecto, pero fue un grato momento y de mutua confianza.
Pueden conocer parte de la historia de este emprendedor e inmigrante italiano en el sitio web de su pizzería. Es una linda historia. Y de mucho esfuerzo.
Entre lo mucho que conversamos, Edy me comentó varias de sus ideas, que también son parte de mis "mantras".
Edy declaró que como empresario (aún cuando la palabra le provoca un cierto pudor) siente una tremenda responsabilidad por los sueños de su equipo y su gente, más allá de lo estrictamente laboral. Que a pesar de que ha ido creciendo, el contacto y la relación con sus clientes es algo fundamental para asegurar la calidad de su producto. Y por ello, no duda en tomar el lugar de su maestro pizzero, cuando temporalmente falta el 6 de su equipo.
Lo que más me tocó en lo personal, fue cuando Edy me comentó que "tiene la suerte de trabajar en lo que le gusta", frase que escuché con una sonrisa, porque es una de las bajadas de mi blog y parte de mi presentación personal. Edy es antes que nada un feliz maestro pizzero y un orgulloso italiano, que ha montado un negocio, "su" negocio, en un lejano país con el cual ha establecido profundos vínculos.
Disfruté también un delicioso Limoncello que Edy me regaló, con ese particular orgullo de quien comparte un producto al cual le tiene especial cariño, que le ha costado mucho esfuerzo y donde vuelca toda su experiencia.
Hace tiempo escribí una carta de agradecimiento hacia un buen cliente, escrita desde la visión de un "proveedor de tecnología", carta a la cual le tengo un cariño particular y que si tienen un minuto, les recomiendo leer.
Edy desde su particular negocio, también siente la obligación de agradecer y escuchar a sus clientes, más allá de ofrecer un excelente producto y un mejor servicio. Un buen cliente es aquel que también nos da la oportunidad de disfrutar de nuestro trabajo.
Definitivamente, la noche del jueves pasado tuve una muy buena y grata conversación con Edy.
Stay tuned!
Fuente de las imágenes: Sitio de la Pizzería Roma, mi Blackberry